Una pareja de rusos (Andrei, un escritor y Eugenia, una traductora) llega hasta unos baños termales en la ciudad de Vignoli, una antigua y alejada población de la península itálica. En el lugar, se dan cita los más extraños personajes (poetas, escritores, artistas plásticos, personas con desequilibrios emocionales) y conviven diariamente pasando sus días en la más apacible de las estancias.
El motivo por el cual Andrei viajó desde su Rusia natal, es poder recabar la mayor información posible acerca de Ravel Sasnowsky, un compositor de música clásica que por el 1700 habría usado los baños como sitio elegido para inspirarse y llevar a cabo su prolífica obra.
Eugenia, la mujer que lo acompaña y que debe oficiar de traductora, está enamorada de él, pero Andrei ni siquiera lo intuye. Instalados en el hotel, ella intentará conquistarlo por todos los medios, pero al final se rinde, luego de darse cuenta de que el aburrimiento y las pocas ganas de comunicación que presenta el escritor, obedecen a una melancolía patológica en la que se sume al tomar conciencia del destierro que sufrío de su país natal.De esa forma, Andrei hará de su habitación, el lugar elegido para dar rienda suelta al fluir de su conciencia (algo en lo que los rusos son expertos. Recordemos a Tolstoi o Dostoievsky) y a través de un proceso conciente en algunos casos e inconciente en otros, intentará reconstruír los recuerdos de su esposa, su hijo y la aldea en la cual vivió antes de tener que emigrar.
A la par de estos procesos (que por momentos parecen transformarse en el verdadero nodo argumental) Andrei y Eugenia recorrerán las instalaciones del hotel, los baños termales y los alrededores del lugar, encontrándose con los típicos personajes que habitan los pintorescos pueblos de Italia, aquellos que tan bien describieron los directores del neorrealismo italiano tales como Fellini, Visconti o De Sica.
Y será allí donde el escritor conocerá a Doménico, un hombre un tanto desequilibrado, atormentado por el fin del mundo y que lejos de aportarle datos biográficos acerca del compositor sobre el cual está investigando, lo hará reflexionar sobre algunas cuestiones, temáticas y concepciones que se repiten en ambos, como si se tratara de la misma persona.
Doménico, si bien es italiano, no se reconoce un ciudadano puro, sino que en todo momento se siente un extranjero dentro de su país, lo que hace que Andrei sienta una gran identificación, ya que él conoce a la perfección los efectos del desarraigo.
A simple vista, la historia es sencilla, simple y hasta algo banal. Pero el cine de Tarkovsky es todo lo contrario. Detrás de cada una de las imágenes que componen el film, hay temas muy profundos que se desprenden de la historia, tales como el destierro, el pasado, el avance de la modernidad (y la consecuente degradación axiológica que el mismo acarrea) la memoria y los afectos perdidos, todas cuestiones que no hacen más que aumentar la nostalgia, el recuerdo y la melancolía por los días que forman parte del pasado, un pasado que tanto Andrei como Doménico reconocen eternamente imborrable e inevitablemente irrepetible.
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