Traducida en imágenes, la narración de la historia alcanza niveles de dramatismo y de ficcionalización difíciles de conceptualizar en palabras especialmente para el historiador, aferrado a la palabra escrita como forma privilegiada de expresión.
En el caso de La Patagonia rebelde, la violencia de ciertas escenas consigue traer al presente las huellas de un pasado marcado por hechos atroces cometidos en nombre del disciplinamiento a toda costa de la fuerza laboral en beneficio de la expansión capitalista en auge. Y, en 1973-1974, estos hechos se reactualizan de manera dramática, en los albores de uno de los más profundos reordenamientos de la sociedad argentina. Los hechos que muestra la película pueden ser considerados como el cierre de una etapa : la del nacimiento violento de la Argentina de la enorme expansión de la economía agroexportadora, en la cual –según la visión de los dueños del poder y la riqueza-, los inmigrantes debían aportar su sangre, su sudor y sus lágrimas, parafraseando el viejo dicho. Poco tiempo después, llegaría el abrupto fin de la bonanza y la crisis del liberalismo, con sus secuelas de inestabilidad política, dificultades económicas y ascenso de los totalitarismos.
Como ensayo historiográfico en imágenes, la película privilegia la historia oral y la investigación hecha por Osvaldo Bayer, verdadero pilar de la historiografía sobre las huelgas patagónicas, postergando otras aproximaciones al mismo tema. Mientras el objetivo de Bayer parece ser construir una historia que se erija en un contradiscurso de las versiones producidas por historiadores, periodistas y polemistas vinculados al partido Radical y a las Fuerzas Armadas (Bayer es una de las “bête noire” de los uniformados argentinos), la película busca permanentemente encontrar el costado “humano” de los huelguistas, dramatizando y simplificando sus actitudes y acciones. Además, tanto en su versión escrita como fílmica, La Patagonia rebelde propone claramente recuperar este pasado parcialmente negado para intentar aportar elementos que permitan una comprensión de la violencia política en tanto respuesta legítima de los trabajadores frente a la coacción ejercida por empresarios y gobierno. Y este no es un problema solamente histórico en la Argentina de 1973 y 1974.
No obstante, la película permite abordar otra cuestión, no suficientemente destacada aún por la bibliografía especializada. Es la supervivencia en la cultura política argentina de un pensamiento de extrema derecha, fuertemente enraizado en ciertos espacios sociales y en ciertas áreas del aparato estatal, particularmente Justicia, Educación y Fuerzas Armadas. El personaje de Varela, el responsable militar de la represión de los huelguistas (interpretado bajo el nombre de “Zabala” por Héctor Alterio), como brazo ejecutor y armado de una confluencia de intereses entre el Gobierno y los empresarios patagónicos afectados por los reclamos de los trabajadores, resume muy bien los aspectos principales de esta presencia de la extrema derecha. Y es la figura del inmigrante, más que la del dirigente obrero, la que se configura como la contracara de los defensores del status quo.
La Argentina, país de inmigración, siempre contó con sectores de su población que opondrán serias resistencias a la presencia de lo extranjero en la sociedad. Los inmigrantes, en momentos de crisis social, son identificados como una de las causas de esos males, incluso en Argentina, que ha construido una imagen idílica de una muy exitosa integración social de los inmigrantes. Por ejemplo, el 7 de enero de 1921 el diario La Nación afirmaba, con relación a los sucesos del sur :
“sería inexacto considerar como movimiento obrero huelguista la serie de perturbaciones que se vienen produciendo actualmente en el territorio nacional de Santa Cruz. Todo lo que allí ocurre es simplemente un caso de bandolerismo desaforado, cuya médula habría que buscarla en el proceso de desorden implantado en todo el país, por el descrédito y el relajamiento del principio de autoridad”.
Este tipo de análisis representa muy bien estas posturas que permanecen y ocupan espacios importantes en la cultura política argentina.
La convicción de que en la Argentina desarrollaba sus acciones un enemigo interno y oculto, en estrecha relación con movimientos de carácter planetario, es una idea compartida por vastos sectores de la sociedad, tanto en la derecha (en sus diferentes versiones locales : liberal, conservadora y nacionalista) como en la extrema derecha (especialmente en su vertiente católica). Para el imaginario social de la década de 1920, la inmigración representaba claramente esta amenaza, algo que es patentemente reflejado por la película que se analiza en este artículo. Esta ideología se tradujo en una cerrada y violenta reacción frente al cambio social y cultural y conformó la respuesta de clase de los sectores más favorecidos de la sociedad ante la amenaza que los conflictos y contradicciones generados por la inmigración, la secularización, el estancamiento económico y la modernización de la sociedad presentaban a su posición en la estructura social y económica del país. La violencia del lenguaje utilizado por los defensores del status quo en La Patagonia rebelde presenta enormes similitudes con el que se utilizaba en 1974 para calificar a los disidentes políticos. Pero este tema merece un tratamiento particular, y aquí sólo podemos enunciarlo como problema y contenido para futuras y necesarias e investigaciones.
Fuente: http://alhim.revues.org/
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